martes, 30 de marzo de 2010


En primer lugar, si deseo colocarme en un plano reflexivo, antes de esbozar objetivos relativos a la creación de un blog, debo preguntarme, por lo menos, por qué. ¿Por qué crear un blog?
Es de sencilla advertencia, ante esta pregunta, que bien se puede proponer una respuesta admitiendo el para qué. Una teleológica del blog. Si el blog considerado como una herramienta permite que su sentido se agote mediante la multiplicación de su uso por cierto, lo único relevante es aquello hacia lo cual se dirige. Un blog tiene sentido en la medida que se use. No importa en qué, sino en la diversidad de extensiones desarrolladas por la subjetividad o, mejor dicho, la especificidad utilitaria que el individuo juzga conveniente en relación a sí mismo al ejecutar esta herramienta.
A menudo olvidamos por qué hemos llegado a olvidar cómo hemos llegado a lo que concluimos. A tal punto que muchas de nuestras acciones, si se las escudriña, merecen, en el mejor de los casos, justificaciones de corto alcance. Una ley podría ser que cuanto menor sea el alcance de dicha acción, cuanto menor sea el terreno que afecte, menor será también la disposición del sujeto a elaborar justificaciones o a otorgar sentido verbal, lógico, racional. (Usted piense los ejemplos yo ya hice lo mío)
Es verdad que también tendemos a pensar que la necesidad de una justificación verbal, lógica, puede ofrecer al otro, desde la reparación de un daño hasta un motivo de agasajo entre muchas otros efectos: sin embargo, no hay que olvidar que una justificación es menos verbal, cuando el contexto permite que otras formas se expresen, a través del espacio, de las disposiciones de los cuerpos y de los gestos, la dinámica de fuerzas simbólicas no verbales. Y lo peor es que puede ser una justificación tan estúpida, bella, admisible o despreciable, como condiciones estúpidas o bellas, admisibles o despreciables, son puestas en juego sobre las espaldas de los humanos.
Estoy convencido de que un blog goza de cierto sentido si se dedica a mostrar con la menor cantidad de palabras posibles lo que sea que desee mostrar en la forma en la que se le ocurra.
Tiene sentido en la medida que su sentido acepta a su uso como único modo de justificarse. Conclusión, sabido es en nuestros tiempos, lo que se hace obtiene su valor más allá de las justificaciones, más allá de los por qué, funciona y es efectivo, eso es suficiente.
Por otro lado, es evidente que no existe nada nuevo, nada que no haya caracterizado desde el comienzo de los tiempos a una herramienta. Porque eso es una herramienta. Cualquier cosa creada para hacer otras. Cualquier ser humano que haya sido creado con objetivos específicos seguramente se convierta en cosa, luego en herramienta y luego en puente o en llave, sin dudas bastante perjudicial si le sustraemos la otra orilla o la cerradura.
Como ya se habrán dado cuenta, prefiero reservar cierta cautela sobre un blog que sea de un modo riguroso y definitivo, la justificación y el fin, la herramienta como fin en sí mismo. Eso que con gran acierto se denomina tener un blog. No veo mal que se les denomine de una cierta manera a todos aquellos que lleven a cabo actividades por medio del blog de la misma manera que se les denomina guitarristas a aquellos que conocen el instrumento como para poder tocarlo sin llevarse silbidos, abucheos, frutas y demás. Este sería el argumento para admitir una denominación.
Sin embargo, también hay que aceptar que el lenguaje no tiene una denominación particular para todos aquellos que utilizan la llave inglesa, por ejemplo. Y esto sin contar con que el guitarrista no toca la guitarra por tocar la guitarra sino con el extraño pretexto de hacer música. El fin es hacer arte. No necesariamente este debe ser el fin de una herramienta. Aquel que desarrolle una técnica que merezca una denominación seguramente deberá manejar algo más que la llave inglesa.

Ahora bien, tanto la guitarra como la llave inglesa, al asumir su papel como herramienta, lo hacen en un sentido muy cercano al fin para el que han sido creados, más allá de alguna que otra utilidad que se le puede encontrar y de hecho se le ha encontrado y seguramente se le encontrará a estos nobles objetos. Sin embargo, en última instancia, de la guitarra lo menos que se espera es que escupa una nota y de la llave inglesa que ajuste o desajuste una tuerca.
El blog, por lo pronto, sirve de sostén a otras técnicas que, por sí solas, merecen la denominación de técnicas que se realizan a través de él. De manera que bien es posible que la herramienta del blog no sea más que una herramienta destinada a crear marcos donde otras técnicas se desarrollen, donde elementos fundamentales sigan el patrón de enlace.
El problema deja de apoyarse en el punto donde alguien se convierte o no en guitarrista, sino en el escenario donde están dispuestos a tocar. Todo escenario es una herramienta, no toda herramienta es un escenario
No hay que ver, por lo tanto, las propiedades del instrumento con otro objetivo que el de deslindarlo de los contextos específicos en los que se mueve. No hay que ver en el blog sus características sino con la clara intención de percibir la especialidad que lo hace materialmente útil. De esto se desprende que la materialidad del blog no es ni remotamente más parecida a la materialidad de una guitarra que a la simple y austera participación, en este mundo de grandes árboles caídos, del papel.
Si se lo piensa bien, no hay que ser para nada suspicaz, el blog cumple tan bien con la función del papel como con la sociedad orgánica que lo sustenta en sus potencialidades de difusión. Un blog está, siempre, potencialmente, presto a su difusión. La austeridad del papel es superior en cuanto a su rentabilidad de propagación. Un blog es, según suele decirse: masivo. Algo más: potencialmente interactivo.
Entonces, un blog es un escenario donde van ejecutarse los suaves cimbronazos de las herramientas propiamente dichas con sus objetivos específicos. En tanto escenario, hay que basarse en el problema, simple y claro, de si el sujeto quiere, efectivamente, producir un escenario. Esto queda absolutamente afirmado en cuanto se crea un blog.
Enseguida se advertirá que en cuanto tenemos una proposición relativa al modo en que situamos categóricamente el tema, vuelve a caer todo en el mismo barranco que interpelaba a la cuestión de sentido y del uso. Otros podrían decir la cuestión del valor y del uso. O el por qué y el para qué, en un sentido mucho menos congestionado de sobresignificaciones, de prejuicios, en fin.
El escenario tiene un sentido por sí mismo si se entiende la inmensidad de utilidades que lo sostienen potencialmente. Rentabilidad del escenario, pues. La utilidad es la rentabilidad de toda herramienta si no, es un desecho, un bello recuerdo del pasado o la pieza que habita a la vista de todos, en un museo que trata de mirar lo que siempre será sin existir nunca más.
También es claro que no puede dejar de observarse algo más evidente aún, a saber, que las metáforas que utilizamos para interpretar al blog, sus propiedades, su carácter, anulan, en cierto modo, la singularidad histórica de este producto tornándose insuficientes a la hora de explicar el fenómeno. Sin embargo, este temor no tiene el más mínimo sentido, puesto que si todas las categorías explicativas fueran desechadas por su carácter arcaico, los objetos con los que tratamos jamás generarían diferenciaciones nuevas, complejos argumentales distintos que posibilitan nuevos contrastes y convenciones donde la asunción espontánea será el requisito para el olvido –completamente necesario desde un punto de vista socio productivo- de los complejos argumentales. En otras palabras, la relación de las categorías cognoscitivas antiguas, cuando viran hacia un nuevo fenómeno siempre la tornarán absolutamente novedosa. La relación de lo viejo con lo nuevo, en estos casos, presenta lo novedoso en su forma material, si esa sociedad en la que se produce tiene los medios.
Más aún, habría que considerar que es la dimensión que se desarrolla del conflicto entre las categorías viejas y las nuevas expresiones del mundo, las que tornan a ese fenómeno dentro de los límites de lo novedoso. Si se lo piensa de un modo más pausado, el sistema capitalista no es el único que permite hacernos pensar las cosas de esta manera. Pero hay algo que sí se nos propone pensar con frecuencia o, para no ser tan drástico, se nos provee como un motivo posible de nuestros pensamientos, esto es, que cualquier cosa se convierte en novedosa por la reiteración de su uso o por la magnificación de una característica que hace, parcialmente, a la función del objeto. Pero la reiteración del uso de un objeto no lo hace irreconciliable con las categorías que se proponían para alcanzar cuál era la situación de ese objeto, su comprensión temática. La multiplicación del uso sólo traduce los efectos del objeto, efectos de carácter útil, económica y técnicamente eficiente, dotados de la capacidad de modificar ciertas relaciones de producción, ciertas formas de relación entre los hombres.
De ello debemos concluir, de una parte, que la tristeza de quienes no terminan de asumir que la novedad del nuevo modo de categorizar las novedades está inserto en un sistema de rentabilidad verificable, debe compartirse, y tan es así, que el sistema se regenera en la interminable ola de lo efímero desbocándose sobre su compromiso con lo nuevo. Pero lo nuevo siempre se anula cuando se convierte en novedad. Es como el cáncer, su cometido reside en destruir el medio que le permite reproducirse y multiplicarse.
Y, de otra, que en el modo de pensamiento precapitalista flotan elementos de revalorización de las categorías precedentes como propiciación reflexiva sobre las colonizaciones técnicas previamente existentes. La edad media, por ejemplo, no necesitaba socialmente a la novedad porque su perpetuidad se fundaba en respetar tradiciones y códigos cuya referencia era el poder monárquico y la extensión de la figura del rey sobre el territorio y las personas que viven en él.
La cuestión, en el primer sentido, siempre parece deberse al camino de qué convierte o sustituye y refuerza o reorganiza, etc, etc,… qué función, o qué posibilita aquello que ya había sido albergado como factible necesidad. En el otro, de qué manera, mediante qué términos podemos apreciar el nuevo objeto en tanto tal, partiendo de los supuestos específicos que elijamos para inteligir las diferenciaciones del fenómeno en comparación con las categorías ya utilizadas para comprometer anteriores.
A la segunda cuestión, no debería hacerle gracia fustigar en términos de nuevo o novedoso, porque en su función intelectiva esto golpeará en sus raíces procedimentales de un modo lateral hasta convertirse en su nueva cáscara. Más específicamente, las reacciones de su función no le permiten el carácter de nuevo fenómeno sino a condición de que el fenómeno jamás haya sido considerado y comprendido por una época en función de términos ya existentes. Y, en último término, auque un fenómeno como el blog, haya sido previsto por una disciplina, esto no la provee de herramientas para averiguar su sentido antes de considerarlo, denominarlo, catalogarlo, y aunque así fuera, su utilización no es excluyente. El fenómeno no interesa en tanto aparecido o producido.
Para el hombre singular del precapitalismo el por qué algo es nuevo, debe registrar el plano del intelecto. Para el hombre singular capitalista el para qué irradia el sentido del por qué sin palabras pomposas e inútiles, con usos múltiples, carentes de raíces cognoscitivas pero de eficiente programación intelectiva, una cognición lo más completa posible de las múltiples utilidades de la herramienta que aparece.
De ello se desprende, paradójicamente, que no interesa si el blog es recipiente de lo novedoso. Y, como al blog no le interesa, ni a la guitarra, ni a la llave inglesa, tampoco nos interesa a nosotros. De manera que el objetivo sigue ligado a los términos que manejamos con anterioridad, a saber: si el blog sólo se fundamenta por su uso o si, inútil, alberga sentido a través de una difusión efectiva.
Para la indagación, un tanto irónica del asunto, crearé un blog como laboratorio, con la mínima cantidad de enlaces, sin otra sustancia que la de perpetuarse sobre temas que interesen, en primer término a mí mismo y que no ofrezcan solución práctica alguna a los hombres del capitalismo circense al que estamos habituados. El éxito del blog, de acuerdo a la hipótesis planteada, depende de una mínima cantidad de visitas y consultas y esa será la motivación del que lo produce. Su fracaso mostrará un rango de difusión no imaginada, carente de sentido si se quiere decir que es la utilidad la que marca el rumbo. En otras palabras: este blog no tiene utilidad inmediata a menos que se quiera plagiar o cambiarle el nombre del autor que es lo mismo, acreditarse la misma estupidez.